viernes, 9 de julio de 2010

Queda prohibido tener miedo a tus recuerdos.

2 meses. Hay que ver cómo pasa el tiempo cuando no se quiere. Pero, espera… ¡yo sí quiero que pase el tiempo! Entonces genial, ¿o no? Joder, sé que racionalmente quiero que pase el tiempo pero cuanto más tiempo pasa, menos me creo todo lo que pasó. Más lejos estoy de los recuerdos. Que en realidad es lo bueno, es lo que debo hacer.

Siento decirlo, porque conozco gente cercana que me importa mucho que lo esté pasando, pero paso de ser una de esas personas que tienen miedo a deshacerse de sus recuerdos y sus momentos. No quiero pasar un año de mi vida lamentándome y sufriendo en silencio porque acabo de perder unos preciosos momentos. Y a lo mejor doy a entender que igual jamás he sentido tanto, o que jamás he visto esos momentos como los estoy contando. Pero, la verdad, me da igual lo que piensen. Yo sé lo que he sentido, lo que he vivido y lo que he dicho, mi única diferencia con el resto de mortales es que yo sé que hay vida después de los fracasos. Y sé que cuanto más tiempo tardes en aceptarlo peor será al darte cuenta de lo que has perdido.

Y si estoy “tan bien” es porque sé que después de la marea, llega la calma… Y que la calma no es eterna. Cuando menos lo esperas llega algo o alguien que te cambia la vida, y por experiencia lo sé. A lo mejor no te das cuenta en ese momento, pero tu vida ya está tomando otro rumbo, creando nuevos recuerdos que cuando quieras darte cuenta de lo mucho que te han marcado y lo mucho que habrías disfrutado si pensaras como ahora, ya están demasiado lejos como para atraparlos.

¿Entonces qué hacemos? Sobretodo… ¡no tener miedo a tus recuerdos! Pero, ¡tampoco encerrarte en ellos! No puedes ni olvidarlo todo y no pensarlo nunca más ni estar pensando en que todo es como entonces para siempre. Creerme, es bonito levantarse y mirar el calendario y ver que es día X y acordarte de alguna fecha que te ha marcado. Pero no puedes levantarte, ver el día y caer en las más profundas de las depresiones. Eso jamás. Si eso, derrama alguna que otra lágrima, pero solo porque después de llorar siempre viene un subidón que nos da más fuerzas para seguir.

Cierto que después de haber pasado muchos momentos juntos, (igual no son tantos en realidad, pero a ti te lo parece) lo que más te cuesta son las costumbres. Yo que sé, un ejemplo… Estas acostumbrada a decir algo que él decía mucho. Eso cuesta de quitar. Y sobre todo, el ser lo último en lo que piensas por las noches, y lo primero por las mañanas… Eso no jode, ¡eso da rabia! O si sueñas con él, luego te despiertas y pareces tonta, y no se lo puedes contar a nadie porque te arriesgas al “te lo dije” o “por no hacerme caso, es lo normal”.

Quizás lo mereces, quizás no. Pero es algo que hay que asumir, que ya he asumido. He asumido muchas cosas ya, demasiadas diría yo. Y por lo menos, puedo aguantar de pie, seguir adelante, mirarte a la cara sin querer decirte tantas cosas, hablar de ti, muchas cosas…

Dos meses, ya han pasado dos meses. Y recuerdo ese día como si fuera ayer, y, me parece que por ser así la vida, lo voy a recordar mucho mucho mucho tiempo más. Cuanto siento si te molesta que lo pasara contigo, pero sabias a lo que te enfrentabas, ahora te jodes. Te voy a recordar siempre, y eso también lo sabes. Lo siento mucho de verdad, pero bueno, ya te dije que no me arrepiento de nada. De hecho te estoy agradecida. Sí, señor. Y en este caso, lo que tú opines, me importa un pepino.

Una vez escuché decir que todo el que había amado tenía una cicatriz, lo supiera o no. (Yo la llevo ya de por sí) Pero tú has dejado huella, por eso no voy a tener miedo a mis recuerdos, porque dentro de unos años me gustaría recordarlos con cariño, con amor incluso. Con ganas. No me quiero arrepentir de nada. Ni siquiera de haber creído tus palabras. Ya me gusta recordarlo con una sonrisa, es bonito.

Pablo Neruda, eres mi nuevo Dios. “¡Queda prohibido llorar sin aprender!”

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