sábado, 26 de junio de 2010

Camino, ¿dónde estás?

¿Dónde voy? Me persigue esa pregunta. Hay que ser fuertes y luchar para seguir el camino. ¿Pero por qué luchar? ¿Cuál es mi motivación? Antes la tenia bien clara, ahora… no consigo ver ni lo que pasará mañana. No me supone ninguna novedad, pero antes notaba de verdad a alguien cerca de mí apoyándome, dándome su brazo a cada grieta del camino. Ahora… no siento nada.

Mi vida no acaba aquí, eso lo sé. Pero no sé porque luchar… Mi camino esta indefinido, me conformo con seguir a los demás, y así no puedo seguir mucho tiempo más. ¿Cuál es mi camino? ¿Cuál es mi destino?

Ya no creo en el destino. Te juega las peores pasadas de este mundo, ¿para qué creer en él? Igual es como Campanilla, y si dejamos de creer en él morirá. Ojalá. Cada uno debería ser capaz de dirigir su propio camino, tomar sus propias decisiones conscientes. Conscientes, esa es la palabra clave. ¿Cómo tomar decisiones voluntarias si nuestra vida la maneja el corazón? Y creo que sabemos bien que el corazón es enemigo de la razón.
Como bien dicen en el mago de Oz: “Un corazón no se juzga por lo mucho que tú ames, sino por lo mucho que te quieran tus semejantes”

Bien, tiene mucha razón. Básicamente porque nadie aparte de ti mismo (y a veces tampoco) es capaz de saber cuánto puedes llegar a amar. Pero, ¿Qué ocurre cuando no sientes que nadie te quiere? Es obvio que lo sabes, pero no lo sientes.
Admítelo, antes tampoco lo sentías. Solo te das cuenta con el tiempo. Tiempo al tiempo, esa es la cuestión. ¿Pero qué hacer durante ese tiempo? ¿Qué hacer cuando te sientes solo y perdido ante la vida? La soledad no es la mejor compañera, eso lo diré hoy y siempre. Pero también es verdad que depende de qué compañía es mejor la soledad. Siempre viene bien de vez en cuando para aclarar las ideas. Pero es muy mala porque al final acabas por encerrarte en ti mismo de una manera que te cuesta meses y meses, incluso años abrirte a una persona. Y cuando lo haces, te apuñalan. Eso no hace más que luego crearte más problemas para abrirte al mundo.

Pero a ostias se aprende. Y si tengo que caer, llorar, caminar sin rumbo por aprender, lo haré. Tiempo al tiempo, lo repito, pero al final nadie podrá decirme que he sido una cobarde que no afronta las cosas.
No quiero parecerme a ciertas personas. Hay que aprender a afrontar las cosas. Acabaras jodido, no te digo yo que no. Pero si vives toda la vida pensando en las decepciones, te perderás muchas alegrías.

Alegrías de otros. Si no andas tu camino, sigue el de otra persona, ayúdate de su luz para reencontrar el tuyo. Y piensa siempre: que al final del camino hay algo que te hará sonreír esperándote.

¿Y mi camino? Pues no lo sé. ¿Quién ha apagado el faro que lo iluminaba? Eso si lo sé, pero no lo voy a recriminar por ello. Tampoco iba a ser eterno, eso lo sabía, solo que estaba más feliz cuando no lo pensaba.
Va, destino, cobarde. ¡Ven a por mí!

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