sábado, 21 de agosto de 2010

Decepciones.

¿Cuántas decepciones puede aguantar una persona normal en menos de un mes? ¿Cuánto tiempo puede aguantar al haberse destruido todas sus esperanzas? ¿En que desencadena? ¿Cuándo parará?

Me gustaría tanto saber la respuesta a estas preguntas. Decepcionante. Así es como describo mi vida este verano. Una constante rueda de decepciones. Ilusión, desilusión, ilusión, desilusión, ilusión… bueno, creo que se capta el concepto. A veces ni siquiera hay ilusión en medio de dos decepciones. Simplemente es algo que creías por sentido común, o algo que tu corazón siente pero el cerebro no quiere asimilar.

Me tumbo cada noche en la cama con ganas de llorar, o sin ganas, pero lloro igual. Y ni siquiera sé por qué. Hay momentos en los que solo quiero estar sola, en los que caminaría sin descanso de noche por la playa, en los que me gustaría no tener que volver atrás nunca. Ni volver atrás ni parar, solo seguir caminando sin un rumbo fijo. Me duele la cabeza de llorar, de ser tan imbécil por sentirme decepcionada por cosas en las que no tenía que haber ilusión por nada.

Quiero estar sola, en cambio, sé que lo único que necesito es un abrazo. Un abrazo que me diga que hay que seguir adelante aunque duela. Una mano en la que apoyarme para levantarme del suelo. Una sonrisa por la que valga la pena luchar.
Sería tan fácil. A lo mejor solo me sirve para poder dormir tranquila un día, pero ese día, joder, sería muy feliz.

Por eso me siento tan decepcionada día a día. Porque ese abrazo no llega, y porque sé que nunca llegará. Me siento así porque sé que voy a tener que seguir afrontando esto yo sola. Porque también sé que aunque llegue, ese abrazo no será más que otra “ilusión” dentro del circulo.

Saber que es tan fácil y tan difícil a la vez me mata. Te tengo cerca, en cualquier momento puedo acercarme a ti y pedirte que me abraces, porque todo lo que ese abrazo conlleva solo tú sabes dármelo. Pero no es eso lo que yo quiero. Probablemente lo haga, no lo voy a negar, pero lo que yo busco tiene que nacer de ti. Y por eso me siento tan mal.

Me siento mal porque las desilusiones se convierten en rabia dentro de mí. Y estoy siempre furiosa. Lo pago con los demás. Me he pasado mucho con algunas personas por estar enfadada con la vida, y lo peor es que luego no se disculparme porque no sé explicar todo esto.
Me dedico a girar la cabeza contrariada y a repetirme que lo hago por mi bien. Pero no está bien. Luego me siento fatal, y ya no puedo hacer nada.

He tenido que pedirte disculpas aún sin haber hecho nada solo para poder dormir. No es lógico. Ni siquiera en un día que llevaba esperando todo el año he podido pasármelo bien porque solo estaba pendiente de ti y del hecho de que ni quisieras cantar algo conmigo por los viejos tiempos.
A lo mejor ni te diste cuenta, pero me dolió muchísimo.

Me decepciona hasta que no avises de que te vas o de que no digas buenas noches cuando toca. Esa ha sido la última. ¡Es que me siento idiota! ¿Por qué coño me tendría a mí que importar que no saludes? ¿Por qué, joder, por qué?

Llevo mucho tiempo esperando que te des cuenta de todo esto, pero no lo haces. Y eso también me decepciona. ¿Vas a tardar mucho más o es que ni siquiera te darás cuenta?
Estoy amargada. De verdad me siento como si hubiera enterrado a mi mejor amigo. No tengo ganas de nada. No, tengo ganas de tenerte dentro de mi campo visual, aunque ni siquiera estés cerca, solo necesito verte.

Y se me jode mucho más que el no tener ganas de nada. ¿Cuándo se va a terminar esta sensación?

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