sábado, 2 de abril de 2011

Ejemplos

Desde bien pequeños nos acribillan a argumentos para que nos esforcemos, tales como: ‘Si quieres tener una buena vida tienes que estudiar’, ‘Sin esfuerzo no se llega a ningún sitio’, ‘Si no te aplicas no serás nada en la vida’, cuando en la realidad no es tan cierto.


Para empezar, desde bien pequeños nos enseñan que hay que valerse solitos, pero la verdad es que si la cosa no va bien volvemos llorando a brazos de nuestros padres y ellos nos acogen encantados, creando un enlace de dependencia no muy sano.


Luego crecemos, digamos que vamos al colegio. Allí los profesores intentan enseñarnos unos valores, entre ellos el del esfuerzo, y nosotros, inocentes, llegamos al instituto y creemos que eso sigue así y se nos cae el mundo encima cuando vemos a chavales solos por los pasillos, incluso apaleados por sacar buenas notas y esforzarse. ¿Entonces qué hacemos? Simple. Dejamos todos esos valores a parte, porque en la adolescencia preferimos un grupo de amigos a una nota alta.


Más tarde, pongamos que hemos madurado, ya somos personas que podemos enfrentarnos solos y no hay nadie que nos impida dar libertad a nuestros valores. ¿Qué ocurre en ese momento? Que nos damos cuenta de la falta de justicia de nuestro mundo. En esta edad queremos llegar a ser alguien y, tomando como ejemplo a personajes públicos conocidos, llegamos a la conclusión de que para ser alguien en esta vida no hace falta esfuerzo, sino tener la cara muy dura.


Y así es como, por desgracia, la sociedad seguirá siendo, un mundo en el cual el único valor existente es el del dinero.

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